Existen bandas que están destinadas a formar parte de la banda sonora de tu vida. Existen bandas con una magia tan pura, tan real y tan vital, que están, aun no estando. Aun cuando piensas que jamás necesitarás volver a ella. Existen bandas con tal capacidad de curarte por dentro, que da igual cuánto llueve o nieve dentro de ti, que siempre serán refugio, siempre serán hogar. Y contra todo pronóstico, Club del Río cumplen con todas y cada una de estas afirmaciones. No nos sorpende en absoluto, si tenemos en cuenta que plantaron el germen de lo que son hace más de diez año, fruto de la amistad más sincera y del profundo amor a la música. Eso se percibe cada vez que crean, cada vez que hablan y cada vez que cantan. Eso es un don, que se clava para siempre en el alma y que permanece impermeable al paso del tiempo.
Así que sí, si pudiera volver atrás en el tiempo, a un lugar y un día muy concretos de mi vida, sin lugar a dudas, sería el pasado jueves 7 de marzo en la Sala [2] de Apolo. Porque hacía muchísimo tiempo que no los veía en directo y que no vibraba tan alto con unas canciones, con unos mensajes, con la vida en general. He de decir, en defensa de todos, que la pandemia no ayudó en absoluto; igual que tampoco lo hizo alejarme de Madrid, ciudad que habitan, ciudad en la que han crecido como banda (y en cierto modo yo, como persona adulta). Pero es que en aquel instante, fue como si el tiempo no hubiera pasado. Volví a ser la misma Lourdes que latió por completo la primera vez que escuchó «Montaña». O la que lloró, llora y llorará a mares con «Remedios». O la que se dejó llevar y fluir con «Tierras de aquí, tierras de allí». O la que cantó a pleno pulmón «Loboamigo». O la que fue capaz de bailar hasta la saciedad «Bahama Mamma». Una Lourdes que sentía cada rincón de la música de Club del Río como si fuera propio. Una Lourdes que ha madurado, igual que la banda y sus canciones.
Y es que sí, por extraño que pareciera, la Lourdes adulta dejó de sentir nostalgia por la persona que un día fue, dejándose llevar por la nueva versión de sí misma. Dejándose llevar por todas y cada una de las canciones del nuevo disco de Club del Río. Si lo pensamos bien, los que allí estuvimos fuimos unos verdaderos afortunados, porque a pesar de no estar todavía en la calle, pudimos escuchar en primicia todos los temas de este inminente «Todo Alrededor». Un álbum del que, por el momento, hemos escuchado «Cuida a tu madre», «Una vida» y «Mística voraz». Un álbum mucho más maduro, pero siempre real y fiel a la esencia de este característico club que me ha robado el corazón. Evidentemente, no, no puedo ser imparcial con ellos. Pero tampoco quiero serlo.