Descubrirla fue uno de los mayores regalos que nos ha dado la música en los últimos tiempos. Esa es nuestra realidad y la de Arlo Parks, quien con su particular manera de entender el mundo y cantarlo, nos ha enamorado por completo con su proyecto musical. La última prueba de ello ha sido su recién estrenado trabajo discográfico «My Soft Machine», que vio la luz el pasado viernes 26 de mayo. Toda una obra de arte que nos muestra el lado más sensible e íntimo de la artista y compositora británica. Un disco que nació en los momentos libres que le dejó la imparable gira de presentación de su debut «Collapsed in Sunbeams», y cuyo hilo conductor es el propio choque con la vida adulta que experimentamos todos en la vida con apenas 20 años. Edad en la que empiezas a convivir entre ambos mundos y en el que comienzas a tomar conciencia de muchas situaciones. Esa transición entre la inocencia y la infancia, y la realidad más cruda y cruel. Eso sí, sólo ella es capaz de verlo desde el prisma del amor y con una perspectiva tan sumamente poética.

Crecimiento, autoaceptación, superación, compasión, anhelo de romper con la dependencia emocional, lucha contra las inseguridades y amor a raudales. Doce canciones que nos hacen viajar hasta el centro de una misma y que nos permiten descubrir y conocer a Arlo. Pero también a nosotros mismos. Eso es lo bueno de la música, que es un arte global y universal. Un viaje personal más que necesario, que en gran parte, ha sido posible gracias a Paul Epworth, quien se ha encargado de la producción del mismo. Un álbum colaborativo en el que, además, hemos podido escuchar a Phoebe Bridgers en la canción «Pegasus». Una alianza vocal que se suma a otras instrumentales, que han llegado de la mano de Ariel Rechtshaid, Romil de Brockhampton y David Longstreth de Dirty Projectors.

Un rayo de luz en medio de tanta oscuridad. La salvación hecha música. La voz de toda una generación y una artista a la que admirar de por vida. Así es Arlo Parks y así es su «My Soft Machine».