Nadie está preparado para la muerte. Desde pequeños, nos enseñan a vivir, pero no hay nadie que nos explique cómo afrontar las pérdidas. La falta de preparación y la percepción de la vida como algo eterno, tan solo nos complican más el proceso del duelo.
La negación aparece en primer lugar, como mecanismo de defensa. Pretextos y excusas para retrasar una realidad que no queremos aceptar. Cualquier cosa a la que aferrarnos, su última conexión, sus últimos mensajes, sus últimas fotos, con tal de no reconocer que la pérdida ya se ha producido.
A continuación, llega la negociación. Hacer un trato con la realidad para que nos devuelva a esa persona que queremos que siga entre nosotros. Quizás sea la fase más personal del proceso, ya que cada uno busca su propia manera de pactar.
El choque brusco con lo que verdaderamente ha ocurrido, da paso a la depresión. La tristeza nos asalta y dejamos de pelear. Sencillamente, nos resignamos.
Rabia, impotencia, enfado, millones de porqués: ¿por qué él?, ¿por qué ahora?, dan paso a la ira. ¿Por qué el destino quiso que pasara? Podría haberse portado mejor con nosotros y con él, podría habernos dado una tregua, algo que nos diera esperanza. Pero no.
Entonces, tocaremos fondo. Cuando parezca que no podamos salir, llegará la aceptación para convertirse en la luz que alumbra el final de este oscuro túnel.
http://www.youtube.com/watch?v=RL_3R-QVLks