“Cuando el azar juega haciendo que un objeto del pasado llegue a manos de alguien, es porque el destino tiene algún plan. Cuando Mary tropezó con aquel reloj, lo primero que vio fue el regalo perfecto para su marido. Un reloj que les llevará a intentar resolver un misterio oculto tras el paso de los años, y convertirá su presente en algo que no podían haber imaginado”.
Los libros de misterio, intriga y casos sin resolver siempre me han fascinado. Quizás por eso, desde que llegó a mis manos esta obra, me llamó la atención ese breve resumen de la contraportada. Comencé a leer con curiosidad. He de reconocer que me costó engancharme, tal vez por el estilo, que me recordaba más al lenguaje conversacional que al literario. Pero la historia y la trama me llamaban especialmente la atención. De hecho, el final me encantó. Ni mi mala costumbre de leer la última página del libro antes de tiempo, me quitó la sorpresa al acabar la novela.
Ser conciso, ir directo al grano y evitar los rodeos son tres aspectos que valoro mucho a la hora de elegir libro. Pero sin pasarse. Hay lugares, sensaciones, objetos que merecen ser explicados al detalle. En El reloj me he encontrado con ambas cosas. La aparición del reloj en las vidas de Mary y Andrés o el inicio de su viaje son dos cuestiones que se han resuelto con la agilidad necesaria. Y eso me gusta. Sin embargo, la brevedad de la novela me ha dejado con ganas de más. Todavía tengo incógnitas en mi cabeza, que de haber tenido más páginas por leer, seguro que habría resuelto. ¿Qué es realmente esa muñeca?, ¿qué hay del pintor?, ¿qué ocurre realmente con la familia? El misterio que envuelve la obra merece ser explicado largo y tendido. El aspecto positivo es que las fotografías de los lugares y los objetos que se encuentran los personajes, refuerzan la obra y ayudan mucho a situarse.
Detrás de cada novela, de cada obra, hay una labor inmensa que hay que reconocer. La opinión del público es importante. Pero la satisfacción con uno mismo por el trabajo bien hecho también lo es. Espero tener la oportunidad de volver a leer a Fran Cazorla, porque la verdad es que El reloj me ha sorprendido gratamente.
«Adquirir el hábito de la lectura es construirse un refugio contra casi todas las miserias de la vida» (William. S. Maugham)